PILDORA PARA ABORTAR LA PRIVATIZACION UNIVERSITARIA

AUN PODEMOS ADMINISTRARLA

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Bien amigos agustinos. Ya tenemos bien claro, tal vez (lamentablemente) dando razón a los que siempre anduvieron con el cuento de la privatización de la universidad pública que, en si, nos parecía, para muchos, simples especulaciones fundadas en los prejuicios subjetivos, o propio de los eternos agitadores políticos. Lamentablemente, para nuestra mala suerte, ellos tenían razón: el gobierno no tiene intención, sino la decisión expresa, explicita y pública de privatizar las universidades públicas. Y para nuestra sorpresa, ya tiene normas que los respaldan

¿Qué implica y qué significa que “el tercer tramo de la homologación del sueldo de los docentes recae a las mismas universidades”? Implica pues, que las universidades tienen que generar más ingresos propios. Pero, ¿de donde o cómo generaran? Para nuestras autoridades (auspiciadores de la degeneración) es fácil, y lo harán gustosamente: Primero, para los postulantes mínimamente se duplicara el costo de las inscripciones y del prospecto (el ridículo CD tal vez llegue a costar S/ 50.00). Segundo, para los cachimbos, se elevara el costo de la inútil “constancia de ingreso”, se incrementará el robo de la “propedéutica”, etc. Tercero, para los estudiantes regulares, por supuesto, se multiplicará el costo de las matriculas; se legalizará y se cuadriplicará el pago coactivo de las “donaciones voluntarias”; también subirán el costo del alquiler de equipos audiovisuales; se multiplicara por 10 el costo para obtener carné de la biblioteca y solo tendrá valides por un semestre; y los más importante, exigirán que los estudiantes den un aporte o cuota mínima mensual.

Solo así, las universidades públicas podrán incrementar sus ingresos llamado “recursos directamente recaudados”, que en este mismo estante ya representa 55% con respecto a los “recursos ordinarios” (que otorga el Estado). Ahora, todo esto, ¿qué significa? Sin duda, privatizar las universidades públicas, entregar las universidades sólo a los que puedan pagar (la clase que detenta y ostenta poder económico), esto es, limitar el acceso a los estudiantes que provengan de las zonas populares. En suma, significa quitar la universidad al pueblo y entregar a unos cuantos.

El gobierno, al parecer, nos tiene bien tasados. Muestra el convencimiento de que los sindicatos no tienen ninguna fuerza; de que los estudiantes universitarios nunca vamos a reaccionar ni levantar nuestra voz, porque sabe que (la mayoría) estamos totalmente desligados de la comunidad y, consecuentemente, no somos concientes de lo que pasa en ella. Sabe también (por lo menos eso hemos demostrado) que los estudiantes somos incapaces de organizarnos. Y, lo peor, sabe que si algún estudiante llega a un cargo dirigencial o de cogobierno es fácil de manipular, de mangonear y comprar con un platito de lentejas (becas del comedor o chambitas como monitor de ceprunsa).

Creo, no podemos seguir mirando desde nuestros balcones y esperando qué pasa con la huelga y con nuestra universidad. Ya es hora (¡hace rato!) que los estudiantes nos reorganicemos, nos expresemos y actuemos como verdaderos universitarios: estudiantes con espíritu reflexivo, de rebeldía, de crítica y de cambio. Vayamos pues, a las reuniones y asambleas de los estudiantes (no como ahora, que nos creemos sabiondos protegidos cobardemente bajo el manto sagrado del anonimato) y, ahí, expresemos todas nuestras críticas, ideas y propuestas.

Aun es momento de hacer abortar este bastardo pernicioso de la mercantilización y privatización de las universidades públicas.

G. Ordoñez A.